viernes, 19 de noviembre de 2010

La Crayola de Homero

En diciembre de 2010 aparecerá publicado en Estados Unidos el libro Homer´s crayole, escrito por Roderick Jaynes, su aparición en castellano o en coño, es decir, traducción ibérica, será en el mes de febrero de 2011. Una sorpresa del libro es que su autor vivió en Colombia hace diez años y centra muchos de sus temas en nuestro territorio tricolor. Publicamos un fragmento de la introducción del libro, cuyo autor cedió a algunos medios colombianos y ninguno quiso publicar.

Introducción para aceitar La crayola


Si viéramos las cosas desde una óptica más perversa, la realidad no nos cercara tanto. No es casual que siempre estemos en la búsqueda de querer conocer hasta el más mínimo detalle de todo, en especial quienes operan y filtran todo desde el pensamiento convergente. Un pensamiento encaminado a la explicación lógica de las cosas. Pura causa y efecto. Dos más dos...ya sabemos. Ahora nuestra sociedad está más regida por eso que hace años. Explicar causas de la democratización de este pensamiento es entrar en terrenos farragosos, torpes. Una visión de este pensamiento salió estupendamente retratado en un capitulo de Los Simpsons. Homero descubre que la causa de su "torpeza" se debe a que tiene incrustado en su cerebro una crayola, producto de un accidente infantil. Cuando Homero recupera sus capacidades intelectuales, como es de esperarse, se desata el caos: Homero hace reformas laborales, le hace ver a su amiguirijillo que Dios no existe, entusiasma a Lisa con su erudición. Pero al final, todo se va a la divina mierda y Homero para salvarse hace que su añorado Bar Tender le incruste de nuevo la crayola y volver a ser un hombre de pensamiento convergente, es decir, ser otra vez el torpe empleado borrachón y adicto a la televisión. El punto de vista que nos muestra el capitulo es exasperante. Nunca nos gusta que nos digan cosas incómodas. Homero paga el precio de una manera ignominiosa: vuelve a la normalidad.

No es justo que los puntos de vistas diferentes se cataloguen bajo el rotulo de lo incomodo. Colombia es experta en este tipo de censura. Estimulan a odiar siempre y a estar bajo la estúpida consigna de: a favor o a favor. Pero nunca opinar lo contrario. Y si se hace lo contrario tiene que estar certificado por el comité de lo aprobatorio. Algo tonto, ¿cierto? Lo más increíble es que se da con tediosa circularidad. Una circularidad que tiene una categoría propia: Círculo vicioso.
Cuando hay muestras de puntos de vistas contrarios, llamémoslo polémica, la alarma se enciende y, en los últimos tiempos, solo hay una comedia vendible como polémica. La verdadera polémica debe causar terror, fastidio y generar asco para quien no esté acostumbrado a que le saquen la crayola de la cabeza. Porque todos tenemos una crayola alojada en nuestros cráneos. Y ésta funciona a manera de filtro para no abordar el peligro como se debe. Aunque algunos individuos están abiertos a experiencias no ortodoxas, la crayola aparece para fastidiar dicha experiencia. ¿Experiencias no ortodoxas? No ver noticieros, no leer la Revista Semana, reírse de la escritura de los columnistas de El Espectador, anhelar que en la literatura colombiana se suprima la figura del cura, anhelar que se implemente el servicio prepagado en los colegios, desear por todos los medios que el "ex-presidente" Álvaro Uribe Vélez vaya a La Haya. Cosas así son experiencias no ortodoxas. Y existen y queremos verlas, palparlas, experimentarlas, pero la crayola se interpone. Algunos dirán, después de leer este libro, que propongo una especie de libre albedrio postmoderno. El rotulo no alcanza para calificar lo aquí expuesto. Los que esten dispuestos a leer este texto de principio a fin, verán una cadena de sucesos que validan lo que se sabe pero no se dice. Esta aseveración rige este libro de principio a fin ,y el accionar que propone no es Despertar. Porque más despierto que un colombiano imposible. Es el de gozar con toda la impunidad que hay en el ambiente y ejercerla.

No ser tan tímidos como Ingrid Betancourt que no ha puesto las cartas sobre la mesa y se ha auto inmolado con su cuento del secuestro. Ingrid, por favor, despierta, tú no fuiste secuestrada. Secuestrados los huevones que no quisieron educación y se enrolaron en la policía o en el ejército y hoy pagan su elección en medio de alambres de púas. Tú fuiste al Caguán para adquirir la mejor experiencia de tu vida y sacar crédito de ella. Y eso en este mundo no está mal, lo que está mal es vivir bajo el eufemismo y decir que eres una secuestrada. Cuando lo que vivías era una etapa de sublimación que espero se te haya ido. Dicen que el sexo bajo presión es bueno, por lo menos esa es la dinámica del Bondage. Y ya se sabe lo que vivió y fue a buscar la Madame Recamier chibcha a la selva colombiana. Es increíble que muchos medios no hayan hecho hincapié en este impase: confundir sublimación con secuestro. La miopía y la alopecia intelectual es efecto de la crayola. Hay que sacarse la crayola para ver mejor las cosas y opinar sin miedo ante el menor tema, sea la situación de Colombia, como lo hago a lo largo de libro, o la ineptitud de los demócratas en U.S.A, o también sobre los transexuales de Filipinas y su política de ser las nuevas madres solteras del siglo XXI. En este libro se tocan estos temas y más. Pero lo más importante es compartir estas apreciaciones y que el lector al constatarlas hago algo. Ya sea escupir en sus páginas o formar un movimiento político o ser el nuevo Michael Jackson. Es empezar algo y, sobretodo, que deje de leer libros de autoayuda.


Traducción: Karl Uffre.