martes, 17 de agosto de 2010

Pequeña serenata nocturna



Al comienzo de La Cinta Blanca (Das Weisse Band, 2009), escuchamos al narrador sobre fondo negro decir: “No sé si la historia que quiero contarles es enteramente verdadera. En parte, la conozco por haber oído hablar de ella. Después de muchos años, varias cosas permanecen oscuras, y muchas preguntas continúan sin respuestas”. Si el Narrador nos advierte que la historia que veremos a continuación se halla en un área gris, las preguntas de rigor que podemos formular son ¿Qué fue lo que sucedió? o ¿cómo esto pudo suceder?, y este último interrogante puede surgir al final del film. La Cinta Blanca es una película de Michael Haneke (la profesora de piano, Funny games, caché), y por ello, debemos estar atentos a la reflexión que nos plasma con mano de hierro en cada uno de sus films. Las películas de Haneke no son entretenimiento, como él mismo lo ha expresado, son, si queremos etiquetarlas de una manera amable, incómodas. La incomodidad surge cuando sabemos, intuimos, reflexionamos, al igual que el Narrador de la película, cómo pudo ascender el nazismo y dejar las graves secuelas en la sociedad donde floreció.

El film nos ubica en los albores de la primera Guerra Mundial, en un pueblo al norte de Alemania bajo el dominio de la religión protestante. En este pueblo comienzan a ocurrir extraños sucesos: un Doctor viene en su caballo y es derrumbado por una cuerda “invisible”, un niño desaparece y es hallado con graves señales de abuso físico, El Pastor del pueblo imparte lecciones de moral a través del castigo físico para purificar el alma de sus hijos.

Estas acciones las observamos con molestia, repulsión e incomodidad. Pero Haneke no da tregua en ningún momento y continúa su relato con maestría y coherencia para que presenciemos el horror al que están “sometidos” los niños. Y los niños juegan un papel decisivo en ésta sociedad, el film nos pone en una encrucijada con dos tesis Freudianas, en este caso interrogantes, ¿son los niños inocentes? ¿los accidentes existen?, pero como nos lo han expresado al inicio: “…. Después de muchos años, varias cosas permanecen oscuras, y muchas preguntas continúan sin respuestas”.

Nuestra perplejidad se ve abrumada minuto a minuto en esa realidad llena de desosiego. La Cinta Blanca es un film para todo el público, en especial para aquellos espectadores que buscan grandes riesgos y respuestas nada fáciles. Tenía razón el crítico español Carlos Boyero cuando escribió: “El bisturí de Haneke da miedo”. Yo le agregaría: asco, fastidio, desolación y culpa. Un film que hace de la tragedia un perfecto vínculo para que nunca la callemos y sepamos que ésta ocurre delante de nosotros, pero la culpa nos embarga y siempre buscamos a quien señalar.

viernes, 6 de agosto de 2010

Hombres de violencia








Martin Scorsese se ha autodenominado varias veces como un director de contrabando y en Shutter Island (2010) aplica esa sentencia con implacable certeza y coherencia. El mundo visto desde la pesadilla que ha concebido el hombre no es una obsesión reciente en este director, su cine se ha visto nutrido de este apotegma cada vez con mayor ahínco, acusarlo de pesimista sería una desfachatez. La violencia como la más primaria y, aunque nos cueste aceptarlo, verdadera forma de comunicación ha permeado todas sus películas, en especial aquellas donde se han visto la psiquis más virulenta del hombre (Taxi driver, Raging Bull, Goodfellas, Cape Fear, Casino, Bringing out of dead), decir que Scorsese es un obseso por la violencia sería entrar en discusiones bizantinas, por un lado el sabe que la violencia es un tema incólume del cine, y por otro, la ha registrado con una pasión estética para que causa nuestro desprecio y fascinación también, ejemplo de esto es la tan mentada secuencia final de Nicky Santoro(Joe Pesci) en Casino, ¿para qué quedarnos en la sala de cine cuando observamos a hombres con bates y dispuestos a acabar con la vida de este gangster? ¿Será que teníamos que ver su merecido? Esa es la peculiaridad de su cine que lo hace tan vivo y de mirada introspectiva cuando ahonda en personajes en estado de psicopatía.

En su última película no hace ninguna excepción para demostrar o, tal vez, comentar, que tan dispuestos estamos a dejar que un hombre en pleno estado de “trauma” (1), nos diga cosas que pueden ser ciertas y no queramos verlas como tal. El viacrucis (2) que vive la última criatura de Scorsese, Teddy Daniels, nos altera como espectadores una vez comenzada la función. La niebla se desvanece para dar imagen a un transbordador en una imagen que parece digna de una lámina Roscharch, dentro de este encontramos a Daniels diciéndose a sí mismo que se comporte, que se normalice y vemos como el personaje a pesar de lo alterado que está, cree poseer control de la situación como se lo quiere hacer ver a su compañero Chuck Aule. La música de Krzysztof Penderecki nos conduce a Shutter Island, donde está situado el instituto mental para los pacientes más peligrosos, y una vez cerradas las puertas, el terror comienza para no cesar hasta el último minuto. La sinfonía que nos ha preparado Scorsese comienza como una simple cacería policiaca en un instituto mental en la búsqueda de una paciente desaparecida, para luego ahondar en el terror que puede crear y construir la mente humana.

El contexto político de la película ayuda a crear paranoia. Es el año de 1.954, la segunda guerra ha terminado hace 9 años, el holocausto nuclear de Hiroshima y Nagasaki lleva nueve años también y la guerra entre Corea del Norte y Corea del Sur finalizó hace un año. La guerra fría haciendo mella y la cacería de brujas iniciada por McCarthy en pleno auge. Con todo este panorama el film no es más que un espejo de ese período. El ingreso de Teddy Daniels para buscar a Rachel Solando, no es otra cosa que la búsqueda de sí mismo y de sus traumas como se evidencia desde el principio. Scorsese, con precisión maestra, no le da la oportunidad al espectador de sobreponerse ante cada información que le da, a pesar que no le esconde nada y aún así lo sorprende a uno, porque el estilo que ha decidido manejar en esta película es por anticipación. Te da muchos detalles para así crearte toda la atmosfera opresiva y hacerte caer como un ratón en un laberinto, un ratón que sabe encontrar la salida pero está se hace más intricada a medida que pasan los minutos.

Giro tras giro, con el fin de poner la ambigüedad de la historia en tela de juicio en cada momento, y con una amplia gama de citas cinematográficas, estas van desde el Cine Expresionista Alemán pasando por Vertigo, (Alfred Hitchcock), Shock Corridor, (Samuel fuller), Out Of Past (Jacques Tourneur), The manchurian Candidate (John Frankenheimer), The Red Shoes y Pepping Tom, (Michael Powell),Repulsion,(Roman Polanski),The Shining, (Stanley Kubrick), para construir la narración en una auténtica declaración de principios que implica la reescritura de lo meta cinematográfico , porque Scorsese ya sabe de antemano que todas las historias están contadas y lo que importa es el Cómo y no el Qué, dando clara muestra de esto en un film que comienza en el terror y termina con la más amable reflexión filosófica vista en su cine en mucho tiempo. No es desacertado conectar Shutter Island con Bringing out of dead en la particular forma de presentar a ambos personajes con sus traumas definidos y un trastorno neurótico que no los deja dormir en paz, Frank Pierce (Nicolas Cage), no podía conciliar sueño y mucho menos alcanzar una redención porque llevaba meses sin salvar una vida como paramédico y sus alucinaciones comienza a aflorar por cada calle de New York que recorre en su ambulancia, Teddy Daniels no logra establecer una diferencia entre lo real debido a que tiene la impronta de la muerte de su esposa y su pasado en la segunda guerra lo acosa a cada minuto hasta volver sus sueños en auténticas pesadillas que no logra decodificar. Toda esta patología puesta al servicio del espectador en una puesta en escena que no deja escapar ningún detalle para acrecentar la pesadilla del Marshall en esa isla huracanada.

Como decía al principio, se ha autodenominado director de contrabando, porque desde la misma raíz de Hollywood, juega con todos sus juguetes y les hace creer que les dará una película más o una nostalgia de los setentas, y no ocurre ni lo uno ni lo otro. Un director que ahonda en ser cada vez más experimental en sus filmes y dotarlos de una energía única. Este temperamento visual ha logrado ascender, (así algunos creen que Martin Scorsese debería realizar más películas sobre New York), la simetría alcanzada con cada uno de sus colaboradores promueve el constante ejercicio de reflexión cinematográfica que es su cine. Thelma Schoonmaker en el montaje otra vez, logrando su veinteava colaboración con el italoamericano, Robert Richardson por cuarta vez en la fotografía, Dante Ferreti en el diseño de producción, desde The Aviator no estaba, Robbie Robertson, viejo amigo del director, como supervisor musical de esa banda sonora que desde ya será referenciada por derecho propio. Como lo ven, Martin Scorsese se reencuentra con algunos de sus colaboradores habituales para Shutter Island, una auténtica obra de terror, confeccionada con extrema delicadeza para un público al que le han vendido un divertimento para comer palomitas y asustarse un poco, (como hizo el estudio y por eso vio atrasado su estreno) aunque las casualidades no son pocas en sus días Pepping Tom pasó por lo mismo, cuando el espectador va a cine no sabe que se va a encontrar. No en vano la sensación se disipa cuando el DR. Naehring (Max Von Sydow), le dice a Daniels: “Men of violence…” Ahí, en ese mismo instante, sabemos que las cosas en este film no son un simple entretenimiento.


1. DR.Naehring (Max Von Sydow) le explica a Teddy Daniels de donde proviene la palabra trauma. Etimológicamente proviene del griego (τραῦμα), significa: herida. De heridas y sueños está llena la mente de Teddy Daniels.
2. El viacrucis que vive el personaje es exaltado, más que por las referencias religiosas que están en el film, se debe a que el trabajo fotográfico de Richardson está lleno de fogonazos lumínicos. En Casino ya había realizado un trabajo que hace pensar en la labor de un iconoclasta por su estilo de iluminación, idónea para los propósitos de Scorsese.